domingo, 10 de agosto de 2014

Making of!!!


Todavía no tiene título (me está costando la vida encontrarlo) pero os puedo decir que mi manuscrito está siendo tratado tal como se merece. Nunca he encontrado tres personas que cuiden y mimen mi trabajo...¡más que yo! Eso sí, os puedo asegurar que trabajar con hombres me está costando... Lo que nosotras vemos como algo ideal (un hombre macho que sea capaz de saltar un edificio de incalculable altura, para apartar de un manotazo el peligro que nos acecha, ellos lo ven de ILÓGICO) Jajajajajajaaj, que me parto!!! De verdad que me destornillo de risa yo sola. Pero están siendo unos verdaderos profesionales y me han hecho volver a sentir ese cosquilleo y esa felicidad que había olvidado. En fin, os dejo uno de los capítulos que han sido eliminado, no por falta de belleza, sino porque el que ha quedado es mucho mejor. Así que...imaginarosssssssssssss!!!! Naaaaaaaaa, que no doy más vueltas, en septiembre saldrá y espero que sea bueno no... lo siguiente. Besos y disfrutadlo!!!



Capítulo 1. Toma falsa!!!

Javier seguía sentado en el sillón del despacho. A pesar de intentar controlar toda su angustia hoy le era imposible. Si la misión concluía positivamente, estaría a un solo paso de encontrar la verdad y terminaría al fin lo que comenzó algo más de década y media, pudiendo descansar y conseguir lo que tanto añoraba, estar con la persona que adoraba y amaba, Carmen.  De repente un pequeño bit llamó su atención. Bajó la mirada hacia la mesa y observó el parpadeo del móvil.
—Buenas noches, César –Respondió mientras se levantaba de la silla e iniciaba una andadura alrededor de su mesa.
—Buenas noches, jefe. Hoy tengo malas noticias; el objetivo ha sido encontrado pero muerto.
—¡Maldita sea! –Gritó al mismo tiempo que golpeaba la mesa con el puño. –¿Dónde? ¿Cómo? –Preguntó sin dar tiempo a que fuera contestado.
—En el parque, junto a los bancos exteriores. La han apuñalado. Un corte muy profesional Javier. De verdad que no tengo ni idea quién puede haber sido y me asaltan las dudas de si realmente esos estirados son capaces de rodearse de gente así. ¿Estás cien por cien seguro de esa dichosa teoría tuya?
— Hoy no estoy seguro de nada, César. Pero dime por lo menos que habéis encontrado algo, por muy pequeño que sea –Deambuló por el despacho hasta acercarse en el ventanal y posó la frente sobre el frío cristal.
—Lo siento, no hayamos nada –Resopló César.
—Bien, mantendremos la calma. Lo importante es permanecer atentos a todos sus pasos. Todo el mundo comente errores porque nadie es perfecto y justo en ese instante… ¡lo atraparemos! –Se apartó de la ventana y frunció el ceño al escuchar un suave ruido en las oficinas del exterior.
—Te recuerdo que tras la celebración del viernes me tomaré un tiempo de descanso, quiero estar con mi mujer hasta el final.
—No hay problema, César –Bajó un poco la voz y caminó despacio por la habitación. Si se trataba de algún ladrón hoy era un día nefasto para robar en su empresa puesto que pagaría con el caco toda su rabia interior.
—¿Qué sucede? –Preguntó preocupado ante la actitud que había tomado Javier.
—Creo que hay alguien en la oficina, pero la luz está apagada y no puedo ver nada –susurró.
—Estoy ahí en diez minutos…
—Viene hacia aquí, me pondré detrás de la puerta y le asaltaré por detrás –musitaba al mismo tiempo que iba realizando lo que describía.
   De repente  el pomo  comenzó a girarse y la puerta se abrió de golpe.  Javier saltó sobre la persona que entró en su despacho como si fuese un gato sobre un ratón. El impacto fue atroz. Un sonido sordo se escuchó cuando ambos cuerpos tocaron el suelo. La voz agitada de César se escuchaba por algún lugar de la habitación y cuando Javier abrió los ojos para ver con claridad de quién se trataba se quedó helado. Bajo su inmenso cuerpo yacía el de una pequeña y delicada mujer que lo miraba horrorizada. Intentó moverse pero le fue imposible. Por unos instantes su cuerpo se dejó llevar por la necesidad de tenerla tal como estaba, bajo suya, sintiendo la fricción de las ropas que actuaban como barreras para que la piel no llegara a tocarse jamás. Una cruel metáfora de la vida real. Javier inspiró inconscientemente e introdujo en su cuerpo el aroma afrutado que ella desprendía y sin poderlo evitarlo, el deseo de sentirla aún más cerca comenzó a crecer entre sus piernas.
—¡Javier! –Exclamó la mujer —¿Eres tú? ¿Pero qué haces a oscuras?
—Lo siento –Se inclinó con rapidez y le tendió la mano para incorporarla del suelo –Pensé que era…
—¿Qué sucede? ¿Estás bien?–Preguntaba César a través del teléfono.
   Javier echó un vistazo rápido para encontrar el móvil. Extendió la mano y lo atrapó sin esfuerzo.   
—Es Carmen. No, no tengo ni idea de qué está haciendo a estas horas en la oficina. Sí, claro, por supuesto que me lo dirá. Bueno ya hablaremos después. Perfecto. Buenas noches y besos para tu mujer –Respondía a su amigo sin retirar la mirada de la mujer.
—Menudo placaje me has hecho –comentó Carmen con una sonrisa infantil en su boca.
—¿Qué haces aquí y en mi despacho? –Posó el móvil sobre la mesa y, con la mirada todavía sobre la mujer, comenzó a andar hacia ella.
—He tenido que regresar porque se me olvidó el inhalador en el cajón.
—¿No llevas uno de repuesto? –Preguntó enfadado Javier. No le gustaba que ella fuese una descuidada en ese aspecto.  La dependencia hacia el aparatito era vital para su salud.  
—No te preocupes, el próximo día que tenga revisión le diré que me recete otro para llevarlo siempre en el bolso. ¿Y tú? ¿Qué hacías a oscuras? ¿Con quién hablabas? –Frunció el ceño, clavó su mirada azulada sobre el hombre y entrelazó sus brazos. Si Javier estaba allí a escondidas y con tanto misterio solo era por un motivo; tenía una cita con alguna mujer. Con tan solo pensarlo, Carmen comenzó a enfurecer y sus mejillas se sonrojaron sin apenas darse cuenta. El rostro comenzó a expresar algo que ella no quería insinuar, celos. Debía de haberlo supuesto, un hombre como él no podía estar siempre solo. Sin embargo tenía la esperanza de que algún día se diese cuenta de que ella era una mujer y no una niña a la que cuidar.
-Hablaba con César de trabajo y  ya sabes que me quedo aquí muchas noches –Se justificó  —¿Estás bien? ¿De verdad que no te he hecho daño? Tal vez te he golpeado la cara, la tienes bastante roja. Ven, te voy a poner algo de hielo –Sin pedirle permiso  la atrapó de la mano y la condujo hasta el mini bar que tenía al otro lado del despacho. Se paró, la puso frente a él, la cogió de la cintura y la elevó lo suficiente como para posar su pompis sobre la madera de la gran barra. –No te muevas, voy a hacer desaparecer ese sonroje –musitó con ternura.
—No ha sido nada –comentó Carmen  sin apartar la vista de lo que hacía Javier.
   Abrió el pequeño congelador, sacó un hielo, lo cubrió con uno de sus pañuelos y con sumo cuidado se lo puso en la mejilla.
—¿Te encuentras mejor?
—Sí… –balbuceó extasiada.
—Esto te calmará un poco. –La observó durante unos instantes y tras varios suspiros profundos reafirmó aquello que él ya sabía; tenía ante él la mujer más maravillosa del mundo. –Te he despeinado... –Llevó su otra mano hacia los mechones que le cubrían el rostro y los fue colocando hacia atrás. Carmen lo miraba embelesada, disfrutando de la protección y cuidado que le estaba ofreciendo en aquellos momentos. –Podía haberte hecho mucho daño y no me lo hubiese perdonado jamás –susurró sin apenas mover los labios.
—No te pongas melodramático, no ha pasado nada –le contestó con su habitual sonrisa inocente.
—No vuelvas a venir al despacho como un vulgar ladrón, ¿entendido? –De repente las facciones de Javier comenzaron a endurecerse. Tal vez porque si no lo hubiese encontrado con el móvil la habría atacado con cualquier otro objeto que hubiese tenido a mano y tan solo de pensar el daño que le hubiese causado, le destrozaba el alma.
—Javier…
—¡Prométemelo! –Aulló al mismo tiempo que atrapaba entre sus dedos la barbilla femenina y la alzaba para que ambos pudiesen mirarse a los ojos.
   Durante unos segundos se quedaron perplejos. Con la mirada clavada y sin poder pestañear. Carmen comenzó a respirar algo agitada y Javier le contestó de la misma manera. Estaban allí, solos. Tan cerca como habían soñado en más de una ocasión.  Ella tragó con fuerza e intentó contestarle.
—Yo…te…
    Pero no terminó la frase. Antes de poder afirmar aquello que él le pedía con fuerza. Javier se dejó llevar y posó sus labios sobre los de ella. Ambos cerraron los ojos, intentando sentir aquel roce, asimilando aquella cálida caricia. Sin embargo, cuando Carmen abrió la boca para invitarle a continuar con su hazaña, Javier  se echó hacia atrás con rapidez y puso distancia entre ellos.
—Lo siento –Se excusó y se llevó las manos a la cabeza –No ha sido mi intención invadir…Llamaré un taxi para que te lleve a casa sana y salva.
   Ella lo miró sorprendida. No sabía cómo interpretar lo que había sucedido. Por unos instantes pensó que Javier sentía esa pasión que ella escondía. Lo había  supuesto al verlo excitado, necesitado de su tacto. Pero eran tan solo falsas conjeturas.
—No hace falta que me pidas nada, sé hacerlo por mí misma –Se bajó de un salto de la encimera y se giró sobre sus talones. No debía dejar que viera en su rostro la desilusión que sentía en aquellos momentos. No podía consentirlo.
—Carmen...
—Buenas noches, jefe. Mañana nos vemos. Por cierto, no se olvide de la fiesta del viernes.
—No podré asistir, tengo planes de última hora. Necesito que asistas tú por mí.
—Por supuesto. Me vendrá bien rodearme de pijos adinerados que soltarán un buen fajo de billetes sobre la mesa para acostarse conmigo –Comentó sarcásticamente.
—César estará vigilando el acontecimiento, le diré que cuide de ti –dijo Javier a regañadientes. De repente una furia sobrehumana llenó su cuerpo al imaginársela rodeada de hombres sonriendo e invitándola, con galantes palabras, a calentar su cama. Sin embargo no podía reclamarla como suya, era peligroso estar a su lado. Prefería mantenerla alejada y cuidarla desde la distancia. Como llevaba haciendo desde que supo que la amaba.
—Lo dicho, buenas noches –cogió con rabia el pomo de la puerta y la cerró con un  golpe tras su salida.

   Javier se quedó inmóvil observando cómo ella se alejaba. Su mente decía que era lo mejor, sin embargo su corazón le gritaba que corriese tras ella y la mantuviese aferrada a su cuerpo. Pero como siempre ganó el raciocinio. Respiró profundamente y caminó hacia la ventana para asegurarse de que Carmen tomaba un taxi y se marchaba de allí. Al confirmar su partida, giró la vista hacia la derecha y observó un pequeño bar abierto. <<Una copa me vendrá bien>> Pensó.  Atrapó su chaqueta que tenía en el perchero y corriendo por el largo pasillo, salió de allí en busca de un buen trago.  

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